Bueno, yo ya sé lo que habéis pasado tanto Penuja como Melli. Por desgracia me he encontrado en las dos situaciones, aunque ya hace algún tiempo de esto. En un paseo que dábamos mi mujer y yo en bicicleta, por las afueras del pueblo de mis suegros, en Cáceres, nos metimos por un camino que resultó ser por donde cruzan unos toros bravos para beber agua; los toros se nos quedaron mirando, y uno de ellos se arrancó, mientras dos o tres más escarbaban en la tierra, como para hacernos la"tumba", tuvimos que huir agachados tras unos muros de piedra, de no más de un metro de altura, con las bicis arrastras para que no nos vieran (la familia también se rió de nosotros).
En otra ocasión, nuestro hijo, que entonces tenía 3 años, se perdió en un mercadillo de un pueblo de Albacete. Yo pensaba que él estaba con mi mujer, y ella lo mismo conmigo. Fueron 10 ó 15 minutos de angustia, hasta que lo vimos en brazos de una mujer que le preguntaba cómo se llamaba, de dónde era, etc.
La verdad es que en los dos casos lo pasamos bastante mal, aunque ahora nos lo tomamos a broma.